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martes, 24 de junio de 2014

Segunda entrada de Los niños perdidos



Los niños perdidos: reflexión
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Los niños perdidos forma parte de la «Trilogía de la memoria»[1], donde la máxima preocupación de Laila Ripoll es recuperar la memoria histórica; hay que afrontar este problema de pérdidas de identidad y hablar de él para superarlo y para que no vuelva a ocurrir.
Laila Ripoll es nieta de republicanos exiliados[2], lo que hace que se sienta más familiarizada con el tema, pues a su familia también le tocó vivir la dura represalia del franquismo. Laila quiere dar voz a esos chicos que jamás pudieron hablar, y denunciar esta situación tan dura que les tocó vivir a los más débiles: los niños. En este caso, el colectivo de niños perdidos en la guerra está representado por Tuso, Cucachica, Lázaro y Marqués.
Detrás de esta trama tan sencilla y sus pocos personajes, se esconde una realidad muy cercana a nuestros tiempos. Esta obra pretende remover el pasado y «atar cabos», ya que muchos niños «rojos» recibieron otra educación distinta a la que sus padres les hubiera gustado impartirles. El fin de aportarle una educación basada en la religión, el nacionalismo y demás principios fascistas es que los hijos no tengan la misma ideología que sus padres; quieren reclutar «españolitos» a su servicio y educación, para tener más apoyo ideológico y para «limpiar» la nación de aquellos que «atentan contra ella, en lugar de defender su superioridad». Uno de los precursores de estos hechos es Antonio Vallejo-Nagera, que era psiquiatra del ejército; él decía que los niños debían ser separados de sus padres para no volver a ser como rojos; además, pensaba que la hispanidad era la raza superior y que existía una enfermedad provocada por el «gen rojo».[3]
Son muchos los niños que fueron separados de sus padres por su condición de rojos, republicanos...a los que les robaron su identidad para que ya nunca más fueran influenciados por sus progenitores. Cucachica está obsesionado con el momento de la separación de su madre:
CUCA: (…) Y mi mamá gritaba « ¡Mi niño, mi niño, que no se lleven a mi niño!». (…) Olalla se murió y olía muy mal. Luego se murió Antón, entonces olía peor. (…) Algunos estaban tan malitos que ni se quejaban (…) y nos metieron en camiones a todos, como si fuésemos sardinas en lata. (…) una monja me dijo « ¿Tu mamá? A esa la han fusilado porque era una roja muy malísima.»(…)                                                                                       (págs. 80, 81, 82, 83) 
En este fragmento, vemos que las monjas y los demás componentes del bando fascista, a pesar de aparentar de cara al público que están haciendo una buena labor, ya que les dan una «nueva oportunidad» de reinserción en la sociedad a los hijos de los rojos y quieren «curarlos»; tratan a los niños como bestias, ni siquiera pueden respirar en el vagón, hay muertes a las que no se les da importancia, no se les considera seres humanos; para ellos, la muerte es algo cotidiano. Esto no solo forma parte de la ficción de la obra, hay algunos testimonios que afirman:
Uxenu Álvarez: Me mentalizaban para que fuera en contra de mi padre y de la España democrática y republicana. Tenía que ser como ellos, como los vencedores. Toda mi educación ha sido el "Cara al sol" y el "Padrenuestro". Me robaron la infancia, me mataron en el 36. Soy un muerto en cuanto a lo que iba a ser. [4]
Este duro testimonio real puede compararse con la situación de los niños de la obra, sobre todo con Tuso, que es el que más cultura religiosa  ha recibido, también ha sido monaguillo. Los niños juegan a las procesiones, cantan las canciones falangistas… esto muestra la inocencia de estas criaturas y la imposición del poder falangista y eclesiástico en ellos; lo único a lo que aspiran estos pequeños es a un plato de comida (si es que se lo dan). Están criados en un ambiente de miseria y violencia, donde las monjas los maltratan en el orfanato; y en el que tienen que estar al servicio de quienes acabaron con sus vidas y con las de sus padres.
Hay que mencionar que la misma monja Sor es hija de los rojos, ella, al igual que muchos más niños, ha sido educada en ese ambiente y además forma parte de él, como monja. La personalidad de un niño es tan manejable que hasta puede volverse contra sus padres (como es el caso de Sor): 

SOR: (…) ahora tengo dos padres y dos madres: Dios y la Santísima Virgen y el Caudillo y Pilar Primo de Rivera (…) y no esos dos degenerados, de los que afortunadamente me protegieron (…) mi padre era un criminal y bien fusilado está (…)                                     (pág. 54)

Ella es de la misma condición que estos cuatro niños, pero en lugar de compadecerse de ellos, tiene la mentalidad tan infectada de esos ideales que los maltrata sin pensar en las consecuencias, llegando a arrojar a Cucachica por la ventana. ¿Hasta dónde puede llegar una educación impuesta? ¿Es tan frágil la mente de los niños como para crear asesinos? Sor es la muestra de ello.
A simple vista, puede parecernos que la narración de la historia de Cucachica puede ser una exageración de la autora para transmitir la crueldad, pero hay testimonios que afirman que esto es cierto, que no se han respetado los derechos humanos; y todo por una simple ideología:
Juana Doña: Nos metieron en trenes de ganado para trasladarnos del campo de concentración. Y ahí los niños se murieron porque los dejaron a pleno sol. Unos guardias civiles se acercaron y dijeron "¡como huele esto!". Y les dijimos "porque hay mierda y dos niñas muertas”. Y entonces las madres tuvieron que dejar a las niñas muertas en el andén y entrar otra vez al vagón para llevarlas presas a Madrid. [5]
Esta mujer nos presenta una imagen muy trágica, donde la muerte no tiene importancia por el hecho de haber nacido en una determinada familia.
Nuestra autora se documentó de los testimonios que pudo encontrar, entre ellos el  de la madre del actor Mariano Llorente.[6]

Me gustaría relacionar esta obra con La voz dormida, de Dulce Chacón; donde separan a Tensi de su madre, a la que fusilan. En principio, esta niña no iba a nacer (el fusilamiento de su madre estaba programado para antes del alumbramiento), pero Pepa (hermana de Hortensia) escribe una carta a Franco para que al menos espere al nacimiento de la niña. Tensi fue afortunada al ser entregada a su tía Pepa, ella es quien la educa y quien le entrega su cariño. En cambio, los niños perdidos de la obra a comentar no tienen el cariño de nadie, se protegen entre ellos mismos (aunque discuten mucho). Esto se puede ver en Tuso, que se siente tan solo que comparte su vida con recuerdos de su mente (Lázaro, Cucachica y Marqués), son el único refugio de este niño perdido al que nadie reclama. Las monjas cambiaban los nombres a los niños para que fuese imposible la vuelta con su familia, como cuenta Lázaro en la obra.

Por último, añado una canción dedicada a las mujeres que murieron y  que sufrieron en la Guerra Civil y en la posguerra, siendo muchas de ellas madres de niños perdidos (La nana de la Hierbabuena):





Para mí, la ley de la memoria histórica es necesaria para que las víctimas de la dictadura sean encontradas por sus seres queridos, y para que no se produzcan más estas situaciones tan angustiosas; para que seamos conscientes de las atrocidades que ocurrieron en nuestro país. No podemos quedarnos con eso de «cualquier tiempo pasado fue mejor», dejando a un lado las desgracias. Lo fácil es recordar lo bueno, pero es necesario recordar lo malo para que reflexionemos y evolucionemos; y no volver a caer en los mismos errores.
Un país que no conoce su pasado, vulnerará su futuro.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.                      
                                «Nana de la cebolla», Miguel Hernández

Los niños perdidos, Laila Ripoll



El poder y la violencia en Los niños perdidos


« España no ha superado su pasado y así la sociedad no se regenera» (Laila Ripoll)[1]
Laila Ripoll: www.madridteatro.eu

Laila Ripoll con Los niños perdidos, pretende mostrar cómo era la situación de los niños en la Guerra Civil y durante la posguerra española. Su propósito es que esta situación no vuelva a repetirse, que la sociedad tome conciencia de esas atrocidades que se llevaron a cabo y reparar el olvido de la existencia de tantos seres humanos[2]. Nuestra autora toma referencia de testimonios reales; esta obra es de carácter realista (excepto la inclusión de los fantasmas), por lo que Ripoll no evita las escenas de dolor, ni de violencia. Según ella, no hay que ocultar ningún aspecto, pues todo es relevante para que comprendamos esta obra y su propósito.
El poder y la violencia siempre van de la mano en las dictaduras, y esto es lo que se refleja en Los niños perdidos. A través de violencia y vejaciones ,pretenden educarlos.
El espacio en el que se sitúa la obra es simbólico, ya que refleja ese refugio de los niños, que viven entre «trastos inútiles», esto puede reflejar el descuido y el abandono de los chicos. La obra se desarrolla en el desván de un orfanato, donde ya podemos observar que se trata de un lugar frío y violento. Es una especie de prisión para todos (excepto para Tuso), pues no pueden salir de allí, ya que forman parte del recuerdo del mayor.

Conviene subrayar que las muertes de los tres niños proyectan la violencia a la que estaban sometidos: Cucachica es arrojado por la ventana por una monja; mientras que Lázaro y Marqués, que acudieron a hacerle compañía, recibieron palos por parte de esta y además se quedaron encerrados para siempre en el desván, siendo sus muertes, probablemente, debida a la carencia de alimentos, además del maltrato. Estos niños viven atrapados en el desván, pero gracias a la catarsis final, quedan liberados. Podemos interpretar el desván como una tumba en la que se encuentran los niños, pues ya son niños muertos, sin identidad, ni familia:

SOR: (…) los niños de aquí no existen. Son como fantasmas y nadie va a reclamar por ellos. (pág. 114)

Aparece el poder otorgado a los orfanatos para transmitir los valores a los niños, pero ¿qué valor transmite una educación con violencia? Los niños suelen ser violentos siempre, pero aún más cuando son criados en este ambiente, lo vemos en los protagonistas que constantemente están amenazándose unos a otros:

LÁZARO: ¡Retíralo o te parto el brazo!   (pág. 39)

El poder queda representado por Sor, pues es ella la que decide qué comerán los niños. También refleja la violencia porque además les pega y los amenaza. Los trata mal, pero además de eso, pretende que se lo agradezcan, ya que ellos no merecen nada por pertenecer a una familia de rojos:

SOR: (…) con las ganas que yo tenía de pasaros la mano por el lomo (…) Salvajes, que estáis sin civilizar. ¡Desagradecidos! (…) ¡Cómo se nota la sangre que lleváis!(…) os vais a quedar aquí encerrados y sin comer ni beber hasta que a mí me dé la gana (…)    (pág. 45)

La violencia da lugar al terror que hay sembrado en estas pobres criaturas inofensivas, le tienen mucho miedo a Sor, pues saben que es una persona agresiva:

CUCA: Me he hecho pis del susto   (pág. 47)

Las monjas son tan poco compasivas que, el día de la muerte de los niños, castigaron a Cucachica por haberse hecho pis encima al enterarse de que su madre había sido fusilada. Esto refleja la poca compasión de ellas y el maltrato al que estaban sometidos los pequeños.
Además, los chicos están hambrientos, esto refleja la miseria y la desesperanza a la que tenían que hacer frente:

LÁZARO: (siempre con la boca llena). Está asqueroso. (pág. 41)
CUCA: Bueno. (Chuperretea el suelo con los restos de pan mojado.) (pág. 48)

El poder queda proyectado también por la fuerza de los niños, donde manda el más fuerte y el mayor (poder jerárquico); Tuso es el mayor, y en su ausencia, Lázaro, que es muy agresivo; probablemente, porque anduvo un tiempo viviendo en la calle y tendría que defenderse.

MARQUÉS: Eres un abusón. (A Lázaro) (pág. 48)

El ruido (los pasos de Sor, la respiración) es también un elemento simbólico del poder, pues cada vez que suena, los niños se asustan. El ruido es el leitmotiv de la aparición en escena del terror, personificado en Sor.
En cuanto a Cucachica simboliza el miedo, ya que es el más asustón, su única protección es una sábana, de la que nunca se separa. Es lamentable que un niño se encuentre desamparado y que su única protección sea un trozo de tela.  
Sor busca imponer el miedo en los niños de forma consciente, para hacerse respetar, simbolizando el poder: (…) hace guardia con el cazamariposas como si fuera un fusil. (pág. 52)
Con respecto a Dios y el castigo infernal, diré que estos son también representantes del poder, pues la monja los amenaza con eso:

SOR: (…) Allí estaréis quemándoos eternamente, sin morir jamás, porque la justicia de Dios así lo exige (…) (pág. 53)

Para la monja, la sangre también representa el poder, un poder que ella consiguió dejar atrás y vencerlo, con la ayuda de Dios: 

SOR: (…) No habéis sabido vencer la sangre que os corrompe.(…) (pág. 53)

Al mismo tiempo, la inspectora de la Sección Femenina representa un poder al que se ven sometidas las monjas, que obedecen de manera aparente para escenificar un comportamiento humano:

LÁZARO: No es muy mala. Cuando vino nos dieron postre y juguete. (pág. 59)

Las monjas golpean con frecuencia a estos pobres desgraciados que están sumidos en la miseria.
Vemos también que los niños conocen  las canciones de la dictadura, ya que esa es la única educación que reciben, no son conscientes de que al cantar esto, apoyan a ese bando que los separó de sus padres, esto refleja la inocencia de los personajes. Cuando juegan a hacer teatro, representan acciones de identificación nacional, del fascismo (sin saberlo). Esta inocencia da lugar a la esperanza, los niños anhelan a que llegue el día en que puedan salir del desván y regresar con sus familias:

MARQUÉS: (…) Mi madre (…) va a venir un día y me va a sacar de aquí (…) (pág. 71)

En todo momento está presente la obsesión de Cuca por su madre, esto muestra el desamparo y la soledad de estos niños. Al igual que está obsesionado con que Sor vuelva a tirarlo de la ventana, se ha impuesto el terror, debido a la violencia. El terror no solo se muestra por estas acciones, sino que también por imágenes:

LÁZARO: (…) Había montones de muertos en las aceras y nos daba muchísimo miedo porque algunos de los muertos los conocíamos. (…)   (pág. 100)

Las voces que aparecen representan el caos de la guerra, es posible que estas voces resulten familiares para algunos lectores que les tocó vivir en esta época. Son también representativas del poder y la violencia de la Guerra Civil y la posguerra.
Algo semejante ocurre con los soldados del bando nacional, cuando abusan de Tuso por su condición de retrasado, lanzándolo por un puente. Esto hace que Tuso odie la canción del himno nacional porque le recuerda ese día, los soldados sembraron el terror en él:

TUSO: (…) Pero como soy tonto y era pequeño, pues me agarraron por los pies y me tiraron al río (…) (pág. 78)

De igual modo, el poder de las monjas es tan elevado que puede cambiar la identidad de los niños a su antojo, para que no vuelvan con sus padres:

LÁZARO: (…) las monjas iban y me cambiaban el nombre. (…)  (pág. 101)

Finalmente, se desenvuelve la catarsis final: los niños son fantasmas y Tuso es el asesino de Sor, que la mató para defender a sus amigos, Tuso recurrió a la violencia para defenderse. Es por eso que Tuso ha crecido y los demás, no.
Aparece cómo ocultan las monjas los hechos, que es lo que se ha venido haciendo hasta ahora, dejarlo todo en el olvido, con lo que pretende acabar Ripoll:

TUSO:  (…) y cuando os vio tiesos y llenos de sangre casi se vuelve loca. Decidieron no dar parte para no montar un escándalo. Total, ya erais niños perdidos (…) (pág. 114)
Vemos que sus muertes no tienen valor, son muertes que permanecen ocultas, en el olvido.
Representación de Los niños perdidos: teatro.es


[2] RIPOLL, Laila, 2010: Los niños perdidos, Oviedo, KRK ediciones. (pág. 20)